A una semana de lo ocurrido en la final femenina del Abierto de los Estados Unidos, las opiniones y los análisis no paran, es que el penoso y vergonzoso episodio de Serena Williams ha traído movimientos todos los días, como la idea que manejan los árbitros y jueces de silla de conformar un gremio para su defensa o no trabajar en encuentros donde juegue la ex número uno del mundo.
En aquella amarga victoria de Naomi Osaka, primera de un japonés en torneos de Grand Slam, Serena perdió la cordura cuando se dirigió al juez de silla Carlos Ramos en el inicio de la segunda manga, un árbitro que le dio tres advertencias por conductas antideportivas y por recibir indicaciones de su entrenador.
“¡Eres un mentiroso y un ladrón!”. “¡Soy madre, antes pierdo que hacer trampas!”. “¡Me debes una disculpa, me debes una disculpa!”. “¡No me volverás a arbitrar nunca más!
¡Es porque soy una mujer y lo sabes! ¡Si fuera un hombre no me harías esto!”. “¡Estás atacando mi personalidad!”, fueron las lamentables frases de la mejor jugadora de tenis en la historia.
Hay que reconocer también que Williams ha luchado por dejar en alto a la mujer, por luchar por sus derechos, por el respeto hacia la comunidad afroamericana; no existe ser que deje de reconocer sus grandes logros, una profesional de la raqueta que ha luchado contra los estereotipos y el racismo desde que era muy pequeña, esa tenista que regresó de la muerte al dar a luz a su primera hija, y que está compitiendo una vez más en el más alto nivel a sus 36 años.
Pero ese estatus, esa gloria alcanzada no es un pase libre o no le da el derecho para hacer lo que le venga en gana, ni faltar el respeto a otra persona, sea quien sea, en el contexto que sea, más cuando se profesa el respeto alrededor del mundo.
No es tampoco la primera vez que Serena tiene este tipo de actitudes violentas y groseras dentro de una cancha de tenis, vale recordar que es la tercera ocasión que ocurre en el Abierto de los Estados Unidos donde en 2009 amenazó de muerte a una juez de línea (partido que perdió ante Kim Clijsters), mientras que en el 2011 (cayó con Samantha Stosur) tuvo una discusión con otra juez de silla y de línea por romper las reglas durante un punto.
En ambos momentos se encaró con mujeres y en ambas fue sancionada con advertencias, pérdida de puntos y hasta una multa de 170 mil dólares. La reincidencia en estas actitudes es evidente, hay un historial y hay que subrayar que estos episodios de furia ocurren y han ocurrido siempre cuando Serena estaba abajo en el marcador.
¿Lo habría hecho ganando el partido? Ha sido un lamentable hecho donde la soberbia y la presión por ganar la han sacado de sus casillas.
Es entonces cuando surge una de las grandes preguntas y es por qué la USTA y la WTA la respaldaron y decidieron condenar de manera inmedita al juez de silla portugués por hacer cumplir las reglas ante una jugadora que argumenta un trato sexista, lo que conduce a pensar en que "si el hombre puede hacerlo, por qué yo no".
El tenis ha dado grandes pasos en la igualdad de género, que debería ser cada día mayor; tiene premios en moneda con el mismo monto para damas y caballeros, y aun cuando algunos varones hablaban de tener mayor impacto en audiencia, las damas han ido superándolos en ratings en la televisión norteamericana.
Cada día hay más ejemplos que deben multiplicarse, ejemplos como el de Judy Murray o Amelie Mauresmo, hasta del mismo Andy Murray que ha sido un ferviente defensor del feminismo. Pero todo con educación, dando ejemplo de lo que se quiere lograr.
Williams, que este año ha sido sometida a seis controles antidopaje y señalada por su vestimenta en Roland Garros (lo que también genera una presión extra), trata de usar su desafortunada actitud como una bandera del feminisno y ha causado un efecto contrario hacia el movimiento que tanto ha batallado por la igualdad de género, todo en un partido donde ambas tenistas recibían instrucciones de su entrenador y donde ambas estaban bajo las mismas condiciones arbitrales.
¿Por qué no defienden también a las campeonas de dobles que fueron desalojadas rápidamente del estadio Arthur Ashe donde no pudieron dar discurso de ganadoras por la realización de la final masculina de sencillos? ¿Es una lucha del movimiento o de un interés personal? ¿O es simplemente la impotencia de una jugadora que se le ha escapado su 24° Grand Slam al ser superada por una gran rival?
La idea no es condenar a Serena, pero sus precedentes hablan por sí solos y hay que ser muy sinceros.
Para quien les escribe, Serena Williams es la mejor jugadora de tenis de todos los tiempos, pero cuando se habla las mejores deportistas ha caído del Olimpo donde estaba ubicada.
Resulta increíble pensar que exista quienes la defiendan cuando Ramos solo hizo su trabajo y que figuras históricas como Billie Jean King traten de protegerla cuando muchos jugadores y entrenadores no han dudado es confirmar lo equivocada que está la menor de las hermanas Williams.
Muchos dicen y seguirán diciendo que el juez de silla trató de mala manera a la estadounidense y que le faltó el respeto o que fue machista, pero... ¿en qué momento ocurrió tal abuso por parte del árbitro? Dirán también que a los hombres no se les catiga de la misma manera, y es allí donde hay que recordar que a Fabio Fognini lo expulsaron del US Open el año pasado, con suspensión de dos Grand Slams y una multa de 80 mil dólares por insultar a una juez de línea.
Incluso, en la edición del 2017 de Roland Garros, Ramos también dio advertencias a Novak Djokovic por recibir indicaciones de Andre Agassi desde la grada, pero el serbio no reaccionó de la misma manera que Serena, sabía lo que seguía a continuación, sabía que por tener doce Majors no tenía ningún derecho de faltar el respeto al juez de silla.
El estallido de Williams ha sido una erroónea respuesta, estaba quebrando las reglas y el feminismo no debe ser usado para cualquier cosa, ni como escudo por cualquiera en cualquier situación, menos ante una donde se estaban aplicando correctamente las reglas, de lo cuál nadie ha formulado queja alguna, porque estas fueron aplicadas correctamente.
La más perjudicada en todo este escándalo ha sido la joven nipona, Naomi Osaka, quien lloró desconsoladamente al creer que los abucheos del público iban contra ella por haber ganado a la jugadora local, una final que será muy recordada por el penoso indicente de la ex número uno del mundo.
Los días han pasado y solo la ITF dio su apoyo a Carlos Ramos, aunque la presidente de la USTA, Katrina Adams, ha dado un paso atrás tras apoyar a Serena y en Croacia ha ofrecido una disculpa al lusitano, gesto que debe ser aplaudido.
Para cerrar este penoso capítulo en el mundo del tenis sería ideal que la estadounidense emitiera una disculpa pública dirigida a Carlos Ramos, a Naomi Osaka, al mundo del tenis y al feminismo.
Es allí donde también está la grandeza.
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